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lunes, 15 de noviembre de 2010

El origen de lo macabro

Los miedos y el terror que Edgar Allan Poe, pionero de la ciencia ficción y la novela policíaca, recreaba en sus relatos se inspiraban en él mismo. En su constante debate entre la locura y la lucidez, supo plasmar de posteridad todo aquello que escribió. Los difíciles años de su niñez, el alba de su tormentosa vida, hicieron de él una criatura frágil y vulnerable, hipersensible para captar lo siniestro y tenebroso que rodea al ser humano y volcarlo al papel. Él decía de sí mismo: “Muchas veces he pensado que podía oír perfectamente el sonido de las tinieblas deslizándose por el horizonte”.







Poe nació en Boston, Estados Unidos, el 19 de enero de 1809. Hijo de una pareja de actores ambulantes, su padre, David Poe, tuberculoso y alcohólico, murió poco después de su nacimiento y dejó a su madre Elizabeth, tísica también, a cargo de tres hijos pequeños. Inmersa en una pobreza total, partió con una compañía de teatro hacia el sur de Norteamérica. El 26 de diciembre de 1811 murió su madre y dejó a sus chicos huérfanos y en la miseria. Ese día Poe conoció a la compañera que lo persiguió por siempre: la muerte. De acuerdo con el escritor I. G Sanguinetti, es en ese preciso momento en que “su madre inicia una galería de mujeres lánguidas y moribundas que encontrará y amará a lo largo de su vida y que influirán de alguna manera en la creación de sus jóvenes heroínas: bellas, delicadas e irremediablemente condenadas”.





Poe fue adoptado por un comerciante y plantador rico de Virginia, John Allan, quien le posibilitó su gran educación. En 1815, viajó con su nueva familia a Inglaterra, donde las imágenes de barrios ocultos y misteriosos, llenos de brumas y casonas antiguas, impactaron en la cabeza del sensible niño y marcaron su temprano gusto por lo macabro. En febrero de 1826, ingresó a la Universidad de Virginia, en la facultad de Lenguas Clásicas y Modernas. Fue en ese período en que se entregó sin remedio al alcohol y a las drogas (opio y láudano). Varias veces afirmaba que bebía para evadirse de la realidad, para huir de recuerdos que lo torturaban, “de la soledad, del temor a una desgracia inminente”, pero también lo hacía cuando todo se encontraba estable. No era de extrañar que fuera víctima del alcohol, ya que su padre y su abuelo también lo fueron. Sus deudas por el juego, su alcoholismo y su conducta rebelde hicieron que John Allan se negase a mantenerlo allí. El 24 de marzo de 1827, Poe decidió dejar a su familia adoptiva y se embarcó en una vida errática, solitaria y miserable.






Su existencia transcurrió por ciudades como Nueva York, Filadelfia, Baltimore, donde trabajó en pequeños periódicos para poder subsistir y cada vez lo dominó más la bebida. Peter Ackroyd, autor de la biografía Poe, escribió: “Su matrimonio en 1835 con su prima hermana, Virginia Clemm, le aportó cierta estabilidad, y aunque la novia tenía sólo 13 años en el momento del enlace, vivieron en armonía durante una década, siempre perseguidos por las estrecheces económicas. Poe fue publicando poemas, relatos y críticas literarias que le granjearon cierta notoriedad, pero su equilibrio se desmoronó cuando Virginia enfermó de tuberculosis”.




Después de la muerte de Virginia, Poe se entregó a distintas mujeres, como también al delirio y al alcohol, que venían persiguiéndolo. El 3 de octubre de 1849 fue encontrado en un callejón en Baltimore, a pocos metros de una taberna, borracho semiinconsciente, hablando a gritos con seres imaginarios. Murió el 7 de octubre. Sus últimas palabras fueron: “¡Qué Dios se apiade de mi pobre alma!”. Nadie fue a su entierro. Su muerte pasó totalmente desapercibida. Nadie supo que la muerte de ese borracho significó la pérdida de una de las mentes más brillantes de la literatura universal de todos los tiempos.











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