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lunes, 6 de septiembre de 2010

Libros de primavera

Se acerca la primavera y es temporada de abandonar los grandes volúmenes en la biblioteca. Realistas del siglo XIX están bien para invierno, pero en la primavera es muy bueno leer al aire libre, entre mate y mate y debajo de alguna sombra de árbol (la recomendación de los mates y el árbol no es azarosa, sino que estuvo debidamente testeada y comprobada por mi durante años).


Los mejores libros para la primavera son los considerados “juveniles” o de aprendizaje. Guarden a Ana Karenina de Tolstoi y cámbienla por El barón rampante de Italo Calvino. El libro de Calvino, a diferencia de la historia trágica de Karenina, describe la particular vida del noble Cósimo, quien un día decidió subir a los árboles para nunca más bajar, en los albores del siglo XIX.

No es recomendable con las brisas reconfortantes de septiembre encerrarse con las novelas de Alexander Solschenitzin. El clima opresivo y de denuncia que crean es sublime, pero tal vez no sean bien aprovechados en todo su esplendor. Mejor optar por un clásico como Robinson Crusoe, de Dafoe.

Y si somos lectores de clásicos grecorromanos también tenemos opciones amenas como El asno de oro, de Apuleyo. En el texto veremos a Lucio, un joven mercader obsesionado con la magia, quien tras un hechizo queda convertido en burro. Entonces recorrerá todo el mundo antiguo buscando volver a su estado humano, mientras se encuentra con miles de contratiempos. En la misma línea fantástica se puede leer al Barón de Munchausen de Rudolph Erich Raspe, clásico de la literatura juvenil, cuya excelente adaptación al cine hecha por Terry Gilliam le agrega un plus nada despreciable.

Y si autores nacionales son lo que buscamos, siempre estarán las novelas de Cesar Aira, un clásico contemporáneo. De Aira recomiendo La Liebre, novela de una expedición delirante en tiempos de Juan Manuel de Rosas en búsqueda de la Liebre Legebrina.

Y si de todos modos se quiere leer un gran volumen, nada mejor para pasar la tarde que La montaña mágica de Thomas Mann. Así, tal como ocurre en la novela del bávaro, uno puede detenerse a descansar en la lectura y una reposera en el tiempo fraccionado entre mate y mate.

2 comentarios:

  1. Gracias por la recomendación. No hay nada mejor que todo eso junto: un libro, la primavera, la sombra de un árbol, el mate, y si no hay mate, para los que somos del interior, no hay nada que se compare a una buenas mandarinas. Mucha PAZ!!!

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  2. Es verdad Marce, esas pequeñas cosas son lo mejor que tiene la primavera!!! Algun día haremos jrnada con la comunidad bloguera en el jardín de alguno para charlar o leer o escuchar música entre mate y mate.

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