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domingo, 19 de septiembre de 2010

Librería Eterna Cadencia: pulmón cultural de la ciudad

He hablado con muchas personas sobre el estado de la cultura en Buenos Aires y casi siempre la respuesta tendió al pesimismo. Respuestas que me recuerdan que la herencia de la humanidad se pasa de generación en generación envuelta en pequeñas frases como "todo tiempo pasado fue mejor". Creo que en el caso de Buenos Aires no fue "mejor", sino "diferente". Es cierto que cerraron muchos espacios, pero tras la crisis del 2001 se abrieron nuevos, y así los bastiones de la cultura mutaron y se mudaron.

En la nota de hoy quisiera destacar uno de esos lugares que, si bien se encuentra en el corazón de un Palermo que ha perdido mucho de su tradición por atraer al turismo gastronómico, me resulta de los más agradables. La librería Eterna Cadencia es una de las propuestas más originales que ha surgido en la última década por su oferta nada despreciable de libros, ciclos de lectura de autores, café bar y música. Como reza su logo, es una antigua casa tomada por escritores.

 Ubicada en Honduras 5574, el espacio agrada a simple vista: paredes forradas en madera atiborradas de libros hasta el techo; algunas mesas en las que no hay ni un milímtro libre, lleno de volúmenes apilados; inclusive se pueden ver cantidad de libros apilados y dispersos sin orden aparente en el suelo de parquet. Tal nivel de caos, lejos de rechazar al lector, invita a revolver las estanterías y buscar qué hay de nuevo. En ellas se pueden encontrar lo títulos más relevantes de las grandes editoriales nacionales y extranjeras, como Emecé Anagrama, Cátedra, Losada, entre otros. Pero además el catálogo que manejan es muy amplio e inclusive hay libros de editoriales menores que dificilmente se encuentran en la mayoría de las librerías de la ciudad. Esto se debe al impulso que dan sus dueños a los nuevos escritores y a las editoriales menores, como Caja Negra, una de mis favoritas, aunque hay libros más raros que los de Caja Negra. Eso es una búsqueda que invito al lector a hacer.

La librería, además de promocionar editoriales chicas, tiene su propio sello editorial el cual ya se ha posicionado como un referente de la generación más jóven de escritores, como Miguel Vitagliano, Daniel Guebel, Josefina Ludmer, Oliverio Coelho o Bruno Morales; y de rarezas de autores olvidados como Felisberto Hernández o Manuel Gálvez.

Y aquel que quiera quedarse un rato más por ahí o quiera hojear cuanto antes su compra, la librería invita a pasar a un cuarto adyacente, dividido por una puerta, en el que funciona un café. En ese espacio además se organizan charlas y lecturas de autores abiertas al público, como el encuentro de poetas que hubo en la última edición del FILBA. Pero los invitados no solo son escritores, sino también músicos, como Gabo Ferro.

El olor a café recién hecho, mezclado con lectura o música, el encontrase con otras personas y charlar con sus dueños son varios de los motivos que llaman a dejar rápido la computadora y respirar otros ámbitos, como los que ofrece la librería de Palermo.

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